jueves, 23 de septiembre de 2010

La Paradoja Hawking

Stephen Hawking, uno de los científicos más famosos del mundo, defendió durante treinta años su teoría sobre los agujeros negros, llamada “la paradoja de la información“. En el año 2004 hizo algo que los científicos no suelen hacer: admitió que podría estar equivocado. Este fascinante documental les permite acompañar a Stephen Hawking durante un año, mientras prepara su último trabajo científico, que podría significar su regreso y la confirmación de su estatus de gran figura de la física.



La Falacia del Libre Albedrío


Debo hacer notar que guardo una dosis de enorme respeto por aquellas personas que poseen la envidiable capacidad para manifestar de manera clara y concreta, aquellas ideas y/o conclusiones compartidas íntimamente por mi modesta persona. Tal es el caso de muestro ya conocido Ladislao Vadas, investigador y escritor argentino por el cual guardo un inmenso respeto intelectual. En virtud de lo mencionado, hoy quiero compartir con Uds. un artículo que se me antoja revelador, ya que responde a una cuestion largamente debatida, como es el caso del llamado "Libre Albedrío"...

La falacia del libre albedrío que esgrimen los religiosos
UNA CONTRADICCIÓN EN SÍ MISMA


Es sabido que donde más se acepta el libre albedrío como parte de la naturaleza psíquica del ser humano, es en el ámbito religioso; a tal punto que todo, la propia existencia del género humano, se encuentra asentada sobre un motivo existencial: la prueba.
Todos sabemos qué es “la prueba” para los religiosos. Conocemos que consiste en el mismísimo motivo de existir en este mundo “material”, por ejemplo para el cristiano, porque… si no, ¿para qué diablos estaríamos aquí, en este planeta Tierra, junto a los animales y plantas (que carecen de libre arbitrio; al menos así se cree), en este profundo pozo sin saber a ciencia cierta qué hacemos aquí?
Desde el punto de vista teológico, más profundo y pretendidamente racional que es el religioso, ¿en qué cabeza cabe que un Dios con mayúscula, creador de absolutamente todo lo existente, desde el sistema solar hasta la última galaxia, a partir de la nada, no sepa ¡desde siempre! qué rumbo tomará fulano o mengano… una vez lanzados a la existencia?
La teología, ciencia (para mí una pseudociencia) que trata de Dios y sus atributos lo define como el ser absoluto que, entre otras cosas, sabe qué va a suceder no sólo al instante siguiente del ahora, sino todo lo que sucederá hasta el infinito. Es decir que, antes de asomar la criatura del vientre materno, El ya conoce de antemano y al dedillo cual portentoso augur, toda la futura vida que va a desfilar ante “sus ojos” divinos (es un decir); absolutamente todo lo que esa criatura va a pensar y obrar en el mundo, y así de miles y miles de millones de seres humanos que existieron, existen y existirán, todo gracias a su “ciencia de visión del futuro”.
Entonces, ¿consecuencia en forma de interrogante?: ¿Dónde y cómo queda el libre albedrío? o mejor dicho ¿puede existir la libertad absoluta de pensamiento y acto en un “Ser Creador”, de la naturaleza señalada quien cual divino espión escudriña las conciencias humanas sabiéndolo todo de antemano?
¿Qué clase de juego tonto sería este si todo estaría ya predeterminado por él mismo?
Yo creo en mi raciocinio. Y para corroborarlo me valgo de otras personas que también razonan para cerciorarme de que no estoy loco, y les pregunto si coinciden con mi razonamiento. Me responden que sí y esto me reconforta. (Algunos, es cierto, hacen de tripas corazón afirmando al tuntún que “Dios sabe lo que hace”… ¡y punto!, pero a mí este “argumento” ¡no me convence en absoluto! ¿Qué quieren que les diga amigos lectores?, pues esto equivale a cerrar los ojos ante la razón, única guía eficiente que poseemos en este mundo para discernir la verdad, y nos comportaríamos entonces como en la fábula del avestruz, que esconde la cabeza en la arena para no ver al enemigo (la realidad para nosotros).
¿Endioso a la razón? ¿Será esta quizás un espejismo y la verdad otra cosa? ¿Entonces estamos todos chalados los que pensamos racionalmente y debemos recluirnos en los manicomios, dejando sueltos a los “locos cuerdos”? (No valga el contrasentido).
Sin embargo, el mundo marcha al compás de la razón y la ciencia que arrasa con todas las pseudociencias habidas y por haber, incluida la teología (ciencia que tiene por objeto a un dios), y no cabe duda de que ahora vivimos mejor en comodidad y salud que en la “Santa” Edad Media, gracias a la ciencia y la tecnología bien aplicada, frutos de la razón.
Moraleja: ¡Viva la razón que nos guía bien! ¡Mueran los prejuicios y la irracionalidad que nos llevan por callejones sin salida!

Lo que hay detrás de cada elección desde el punto de vista religioso

Imaginémonos siendo aún niños que comienzan a razonar. Ubiquémonos en el seno de una familia religiosa, para la cual la inculcación de cierto dogma es algo sagrado. Imaginémonos también pertenecientes a un ámbito de creyentes acérrimos, una población de devotos dentro de la cual nos veamos envueltos y obligados a convivir con gente piadosa que acude al templo budista, a la mezquita, a la sinagoga, a la iglesia católica, al centro protestante u otros lugares santos. Una vez moldeados en ese ambiente religioso, ¿seremos absolutamente libres para repensar el dogma al que pertenecemos y tornarnos escépticos? Sólo en teoría, relativamente.
Puede que caiga en nuestras manos un tratado antirreligioso de un descreído, o tal vez alguno de los libros de un tal Ladislao Vadas (el presente redactor) como Razonamientos ateos o tal vez Cómo me convertí en ateo, para hacernos meditar y optar por el ateísmo (y evitar de paso inútiles luchas entre religiosos de todas las especies) pero siempre estaremos influenciados. Dependemos del uso de los argumentos, no de un libre albedrío más allá de las circunstancias y convicciones.
Pero no es sólo la crianza lo que nos puede hacer creyentes. Aparte de esto, pesa como plomo nuestra tendencia innata de índole genético hacia la credulidad. Estamos como programados naturalmente para creer siempre en algo, unos más otros menos, y esto se constituye en un verdadero elemento de supervivencia y a la vez negador de la libertad.
En nuestros primitivos ancestros, allá, en los tiempos del javanés Pitecántropo o del africano Homo habilis, indudablemente ya pesaba la necesidad de inventar dioses poniendo al vuelo la fantasía, para creer en ellos con el fin de sentirse protegidos frente a los embates de la brutal y cruel naturaleza: enfermedades epidemias, catástrofes, animales dañinos… y la propia índole belicosa del hombre que atenta contra el hombre.
De ahí de la inclinación innata del autoclasificado como Homo sapiens hacia las creencias, nacen el Buda, el Shinto, el mazdeísmo el Jehová, los dioses trinitarios del hinduismo o del cristianismo, del paganismo y… una infinita lista de deidades desperdigadas por el orbe, de hoy y del pasado.
Nuestra tendencia nos impulsa, nos lleva hacia la credulidad y su conservación, salvo casos tenidos por “aberrantes” por los creyentes, como los del autor de estas líneas y otros ateos que razonando, razonando… arribaron a la conclusión de la ausencia de todo dios creador y gobernador del encabritado mundo y de todo diosito menor, y que la teología como presunto saber es tan sólo una mera pseudociencia que toma como real a un fantasma inventado por la rica fantasía antrópica.
El libre albedrío no aparece en parte alguna, porque siempre existe algo que pesa sobre nosotros, como el ambiente, nuestro razonamiento fundado en experiencias particulares, y los embates de la vida.
Esto solo, no sería nada. Existen derivaciones tremebundas de este constreñimiento de nuestra voluntad hacia los convencionalismos y esta cosa se denomina intolerancia.
Hasta ahora íbamos bien en la ilación de estos argumentos, pero a continuación nos asalta un detalle tenebroso en el ámbito religioso y se denomina fanatismo, arrastrando la pregunta: ¿el fanático posee libertad absoluta de pensamiento y acto? Me atrevo a conjeturar que ¡ni por asomo!, desde cuando gravita sobre él todo un tonelaje de ideas fijas adquiridas a lo largo de sus experiencias de la vida sumadas a una índole psíquica con tendencia a “absolutizar” ciertas ideas ¿He aquí el peligro de esta pseudociencia denominada dogma religioso, que tantas incontables víctimas ha dejado sembradas a lo largo de la historia de la humanidad, a veces entre los mismos sectarios de una misma y “santa” religión peleándose como perro y gato por el mismo diosito “puro amor por sus criaturas”.

Ladislao Vadas

De Aristóteles a Hawking

Esta serie de documentales online describe en 12 episodios las creencias de los helenos antiguos sobre el hombre, el alma y el Universo. Y el porqué del principio del Universo, una revisión a la historia de la Ciencia con estos fabulosos documentales online



Capitulo 1: Introducción al Conocimiento del Cosmos



Capitulo 2: Que es lógicamente anterior?



Capitulo 3: Que existía antes del Comienzo?



Capitulo 4: El Planeta Tierra y el Hombre



Capitulo 5: La Evolucion y Devolucion del Mundo



Capitulo 6: La Vision Clasica y Contemporanea de la Cosmogonia



Capitulo 7: La Naturaleza Universal del Alma



Capitulo 8: La Luz del Alma



Capitulo 9: La Naturaleza es nuestra Maestra



Capitulo 10: Lo Extraño de la naturaleza



Capitulo 11: Encaja el Universo en una granada



Capitulo 12: Como Revela La Ciencia Contemporanea La Ciencia y El Hombre

Abusos Sexuales y el Vaticano

Un documental que resulta de la intensa labor de investigación en cámara oculta de manos de un equipo de la BBC, para descubrir cómo el Vaticano y el Papa Benedicto XVI constituyen el núcleo de una política internacional que pretende cubrir el abuso sexual a menores por parte de la Iglesia Católica.

El programa profundiza en la investigación de un importante documento conocido como Crimens Sollicitationis. Un documento secreto que resume el procedimiento a seguir por los sacerdotes frente a posibles alegaciones de abuso sexual a menores en contra de la Iglesia Católica. Crimens Sollicitationis fue escrito y distribuido por primera vez en 1962; y hacía jurar a todos los obispos católicos mantener el secreto sobre cualquier asunto en relación a este tipo de alegaciones, bajo pena de excomunión. Recientemente, en el 2001, el cardenal Joseph Ratzinger lo volvió a distribuir a todos los sacerdotes




La Materia Oscura

Los científicos no saben en realidad lo que es, pero la materia oscura y la energía oscura forman el 96% del Universo. La materia oscura está presente en todas partes. Atraviesa todo lo que conocemos en la Tierra a miles de millones de partículas por segundo; sin embargo, nadie ha conseguido detectar de forma directa esta misteriosa sustancia oscura. Asimismo, la Energía Oscura, que está separando rápidamente nuestro Universo, resulta incluso más desconcertante. Descubierta hace tan sólo diez años, los científicos se esfuerzan en comprender sus insólitas características y dar respuesta a la pregunta fundamental: ¿Cuál es el destino de nuestro Universo? Durante el espacio, avanzados gráficos generados por ordenador nos ayudarán a traer el Universo hasta la misma Tierra




www.Tu.tv

Albert Einstein

El espacio es un especial de dos horas de duración en el que se narrará la historia de la asombrosa vida personal y profesional de Albert Einstein de una forma única: enmarcada entre los dos eclipses solares que tuvieron lugar en 1914 y en 1919. Aunque el trabajo más importante de Albert Einstein fue realizado en 1905, cuando ideó sus teorías de la relatividad y de la relatividad especial, tendrían que pasar catorce años antes de que sus principios nada convencionales pudieran demostrarse. Hasta entonces, Albert Einstein estuvo expuesto al ridículo y al desafío y sufrió toda una serie de dificultades para conseguir un trabajo prestigioso. Entonces, en 1911, Albert Einstein dio con un modo de demostrar sus teorías. Si tenía razón, entonces algo asombroso ocurriría durante un eclipse solar: los rayos solares se curvarían alrededor de la luna y parecería que las estrellas habían saltado a una posición diferente…



domingo, 16 de mayo de 2010

Recomponiendo el blog


Como muchos de Uds. saben, este proyecto personal se ha extendido ya por mas de cuatro años (dos en otro servidor y dos en Blogger). Es, por cierto, un proyecto que a veces sufre de unas inevitables etapas de aparente abandono por mi parte (lo que es en parte verificable), pero lo cierto es que cada vez que encuentro algo que vale la pena compartir, trato de hacerlo sin muchas dilaciones, aunque a veces, por cuestiones de agenda y escasez del elemento "tiempo", se vean frustradas mis intenciones...
Por otra parte, he podido comprobar con cierta dosis de preocupación, que muchos links de referencia contenidos en este sitio, ya no funcionan (la movilidad y lo efímero de las cosas en Internet parece mostrarse acá con toda su crudeza). Es debido a ello que he comenzado una tarea de recomposición integral del Blog. Estoy resubiendo casi todo el material de referencia a los efectos de hacerlo nuevamente accesible y que de esa manera se cumpla con el objetivo inicial de esta propuesta: Poner a disposición de quienes visiten el sitio el material contenido en él.
Espero finalizar con esa tarea en los próximos dias, para dotar de eficacia el blog y evitar frustaciones innecesarias a mis estimados visitantes.
De igual manera, continuaré acercando nuevo material, para mantener vivo el espíritu que me animó a empezar con esta humilde tarea.
Reciban un abrazo afectuoso de mi parte y espero que en breve podamos todos disfrutar del material y de los contenidos.

sábado, 15 de mayo de 2010

El Mundo de los Espíritus


Hoy les acerco un excelente artículo de nuestro ya conocido Ladislao Vadas, acerca del proceso que llevó a los primeros humanos a forjarse la idea de un universo material y de otro supuestamente "espiritual". Vadas analiza, asimismo, el posterior desarrollo de esa idea y cómo, en la actualidad, los avances científicos y el desarrollo de las diferentes técnicas de investigación han acorralado esa idea al punto de tornarla indefendible. Vale la pena leerlo...

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"El hombre desde siempre, ha sido un motivo de inquietud para el hombre. Un misterio que aclarar. Tanto respecto de su origen como sobre la razón de su existencia en el mundo.
Como ya he expresado en una de mis obras titulada: El origen de las creencias (Publicada por la Editorial Claridad, de Buenos Aires en 1994), lo que salvó al hombre de su autoeliminación mediante el suicidio ante los embates de una naturaleza cruel, ha sido la facultad de fantasear. Este hito en su evolución como especie animal consciente, le permitió evadirse de la cruel realidad que lo rodeaba amenazadora. Así, su mente, que por esas vicisitudes de las mutaciones genéticas, adquirió el don de la fantasía, le permitió el escape del mundo “material”, creando a su vez un mundo inmaterial: el de los espíritus y… entre ellos, dioses creadores; y de aquí precisamente es de donde el hombre pretendió explicar su propio origen.
Entre varias religiones que se ocuparon del origen del mundo, la vida y el hombre, tenemos a una que aún anda vigente por ahí, afirmando que un dios hacedor “creó al hombre a su imagen y semejanza”; una idea que adoptó el cristianismo. Pero más tarde, entró en escena la Ciencia Experimental, en una de sus ramas, la biología, para destruir este mito diciendo que: el origen del hombre se halla en un ADN primitivo.
La fantasiosa mente primitiva, pobló su entorno de seres inmateriales con poderes que daban razón de ser tanto a sus tribulaciones frente a un mundo hostil (terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, tornados, inundaciones por lluvias torrenciales; pestes, epidemias, pandemias, enfermedades incurables tanto para buenos como para malos… y que podían ser contrarrestados mediante la invocación a ciertos espíritus salvadores); como ofrecer explicaciones de los fenómenos que lo rodeaban, buenos y malos: satisfacciones, afectos humanos, tristezas, contrariedades, amenazas, enfermedades, sufrimientos… muerte.
Así como la aparición del instinto sexual en los animales y el hombre (que es un animal más dotado de un cerebro supercomplejo), junto con el mecanismo ciego pero eficiente de la reproducción de los vegetales, así también la facultad mental capaz de crear un mundo mágico poblado de seres inmateriales, espirituales, que acompañaron muy posiblemente al ya lejano en el tiempo Pitecántropo, permitieron a éste sobrevivir y evolucionar a los tumbos hasta arribar al actual autoclasificado homo sapiens.
Ese ya lejano mundo poblado de infinidad de dioses, espíritus, almas, poderes, ángeles, demonios… seres buenos y malos, daba razón de la existencia de todas las cosas, buenas y malas. Y no sólo del mundo terráqueo, sino también de los misteriosos cuerpos celestes: el Sol, la Luna, planetas, estrellas y fenómenos como los eclipses, cometas, los ya mencionados rayos, truenos, a la par de las catástrofes telúricas como los maremotos, terremotos, erupciones volcánicas, tempestades, inundaciones, sequías, plagas de todas las especies, etc.
En todos los casos, según la mentalidad de los antiguos, se trataba de obras de los dioses. Dioses enfadados, dioses mansos; malignos o benévolos, pues de otro modo su mente primitiva sumida en las tinieblas de la ignorancia, no podía entender ni soportar lo que ocurría a su alrededor.
Como acotación al margen, leyendo Historia Universal, encuentro, cual curiosidad cronológica, que la mayor parte de la historia de la humanidad, ¡es prehistoria!, puesto que, en comparación, la historia escrita ocupa un lapso francamente exiguo: unos cinco mil años solamente, dentro de un periodo total de dos millones. Sin embargo, hoy se habla de hasta cuatro millones de años de oscura evolución humana. (Según: Zoología, de C. P. Hickman; F. M. Hickman y L. S. Robert. (Interamericana Mc Graw-Hill, 8ª edición).
Como otra acotación al margen, podeos preguntarnos: ¿Hubo o no tiempo suficiente para formarse paso a paso, un cerebro con la capacidad del hombre actual?
Retornando al tema anterior, el Homo sobrevivió millones de años, gracias a las ilusiones creadas por su cerebro, y aún hoy lo tenemos impregnado de creencias desde las más aceptadas hasta las más descabelladas e infantiles.
Podríamos llenar gruesos e interminables volúmenes escribiendo acerca del hombre, sobre su origen, historia, pensamiento, invenciones, acciones, naturaleza psíquica… bondades y atrocidades.
Esta serie de volúmenes se tornaría entonces kilométrica, si nos propusiéramos describir todos los pensamientos y andanzas de este fenómeno biológico consciente, inteligente y polifacético que hoy domina el planeta entero. Bastaría también recorrer todas las más grandes bibliotecas del orbe, para asombrarnos de las manifestaciones de este autodenominado “rey de la creación”. Más aún, aunque fuéramos supralongevos, viviendo quizás los matusalénicos 969 años (según el fantasioso texto bíblico), no nos bastaría ese tiempo para conocer absolutamente todo lo que ha pensado, escrito y hecho este inquieto y contradictorio espécimen que comenzó siendo un ADN libre sobrenadando en las superficies oceánicas.
No voy a recapitular aquí toda su filogenia (historia de la formación y desarrollo de una especie biológica por evolución), pero sí trataré de ser lo más conciso posible en esta materia de corte antropológico.
Hoy sabemos que la vida se originó accidentalmente en una gigantesca “retorta”, que fueron los océanos. Allí comenzó a animarse el primer “plasma” viviente que consistió en una cadena de elementos genéticos; en una especie de código, resultado de trillones, cuatrillones… y quizás algo más de combinaciones y recombinaciones, el cual por multiplicación y acumulación de nuevos elementos químicos del entorno fue complejizándose. Este ha sido el origen del hombre, un torrente de elementos químicos, menos que químicos, de formas energéticas de esencia empaquetada confluyendo hacia los genes libres que los “succionaban”.
Esta es la teoría por mí (según mis estudios) más aceptada del origen de la vida, y por ende, del hombre. Todo esto, como se ve, entronca con mis conceptos ya expuestos en el capítulo IV.
Luego de haber incursionado profundamente, entre otras materias, en la biología actual, puedo afirmar a ciencia cierta que después de una larga transformación faunística (la cual muchos biólogos denominan evolución, que no siempre es tal, y menos en forma dirigida por algún ente creador, de modo directo, ya que aún hoy subsisten animales tan primitivos como la ameba, los peces (entre ellos los antiquísimos tiburones), los anfibios, batracios, reptiles, mamíferos primitivos (marsupiales), aves, insectos, gusanos y otras remotas formas de vida, (véase mi obra capital: La esencia del universo (Editorial Reflexión, Buenos Aires, 1991) se formó todo lo que hoy vemos en materia de seres vivientes.
Y un detalle más para destronar todo concepto de que el hombre actual es el pináculo de la evolución. El hoy autoclasificado como género Homo, especie sapiens, subespecie sapiens, es una forma viviente en transición. En el futuro lejano, no seremos así como somos si no interviene (negativamente en este caso) la ciencia genética para mantenernos en nuestro actual estado.
En realidad, lejos de consistir en una creación definitiva por obra y gracia de algún dios de los tantos que pulularon en el pasado y subsisten en el presente en la imaginación de la gente, somos en realidad un proceso biogenético que nos transforma continuamente por causa de la incidencia de los rayos cósmicos, entre otros factores mutágenos que inciden en nuestro plan genético, alterándolo.
Repito, el hombre no es un resultado final de la biogenia, como un corolario de la evolución (y menos aún un ser creado definitivamente por algún hipotético ente suprainteligente ¡Por favor! ¡Dejémonos de fantasías trasnochadas! ¡De pseudociencias y mitos como “cierta creación en seis días” (y uno de descanso) según cierto texto tenido por palabra de un dios para una fracción de la población del orbe! (Biblia judeocristiana).
Lo que hizo creer al hombre (a mí ya no, porque me he adelantado; he sabido emerger de esa “torre de marfil” en que se halla aún encasillado el ser humano en general) en un origen sobrenatural, creación de un inventado Ser Supremo, ha sido su completa ignorancia de las ciencias (física, química, bioquímica (química del carbono), y la biología.
Antaño siempre han sido las pseudociencias, las que dominaban la mentalidad primitiva, hoy la Ciencia Experimental amalgamada con la razón es la que arrolla a todo ese mundo pleno de fantasías y supersticiones a veces peligrosas cuando se amalgaman con el fanatismo.
Una vez que los investigadores incursionaron profundamente en estas materias, aún quedaban por explicar el psiquismo, ese fenómeno capaz de crear todo un mundo de fantasías y… pseudociencias.
Entonces hubo un escape al enigma de la mente humana La explicación de tanto prodigio, surgió de la mente misma: esta fuga consistió en la creación de una supuesta sustancia añadida a los seres materiales: el espíritu, lo espiritual. Este invento el espíritu, como principio vital, soplo de Dios, conciencia, inteligencia, voluntad, entendimiento; tapó durante millones de años, desde el Pitecántropo hasta el hombre actual, la auténtica naturaleza del psiquismo, como un proceso físico-químico.
¡Pseudociencias! ¡Oh pseudociencias! ¡Cuánto tiempo han durado! Y… aún subsisten y ¡a montones!
Aún hoy, vemos, que la mayoría de las personas creyentes en lo simple, lo espiritual, se horrorizan ante la sencilla insinuación de que eso que se denomina alma, sea un producto del accionar de la esencia energética del Universo. Es decir, nada separado de la mal denominada y peor conceptuada materia.
Recordemos que en otro escrito he explicado que, tanto los materialistas como los espiritualistas, “se podrían dar la mano, porque ambos estaban equivocados. Ahora vuelvo a machacar sobre el tema reinterando que, no existe ni lo material ni lo espiritual, sino esencia del Universo, como energía que se manifiesta polifacéticamente. Esta es mi querida teoría explicada en varios de mis libros.
Y más aún, en este punto, me siento motivado a reiterar que esa mi esencia universal como energía no es en absoluto el ente que imaginaron y manejan los señores ocultistas que confunden a la gente que no tiene base científica, y echan mano de una borrosa “energía” que no saben explicar correctamente, que por más que se la busque, no aparece por ninguna parte. ¡Sólo existe en la imaginación!
Entonces, retornando a la pregunta ¿qué es el hombre?, podemos responder sin lugar a equivocarnos, que desde el punto de vista físico, químico biológico y psíquico, se trata de un conjunto de moléculas, átomos (protones, neutrones, electrones, quarks… esencia) que interactúan coordinadamente a raíz de un impulso inicial ordenado por el ADN (ácido desoxirribonucleico) que consiste en una cadena de sustancias químicas unidas, denominadas: adenina, timina, citosina y guanina, (también nombrada plan genético).
De ahí se formaron todos los seres vivientes, virus, bacterias, vegetales y animales. Entre estos últimos naturalmente también nosotros que, muy a pesar de aquellos que creen que somos una creación aparte con cuerpo y alma por obra y gracia de algún supuesto ser divino, en realidad estamos emparentados con las ortigas, cactus, rosales, coníferas (plan genético de por medio)… tanto como con los tiburones cocodrilos, lechuzas, camellos y demás representantes de la rica fauna planetaria.
Nuestras bases se hallan allí, en los genes apuntadores de derroteros biológicos. Sólo existe una diferencia de grado de complejidad neuronal con los demás animales (aún reconociendo el salto del chimpancé al hombre).
Los moluscos poseen un ganglio cerebral; los insectos tienen cerebro; los peces poseen memoria, lo mismo los saurios, las aves y el elefante junto con todos los mamíferos restantes.
Allí se hallan nuestras raíces y los parentescos. Provenimos de la rama de los primates: lemures, musarañas arborícolas, tarseros, lorises y potos. Estamos emparentados con los monos antropomorfos. Pertenecemos al suborden de los Antropoideos (del griego: anthropos: hombre) que comprende las superfamilias: ceboideos, cercopitecoideos y hominoideos (del latín: homo, hominis). Estamos notablemente emparentados con los gibones, gorilas, orangutanes y chimpancés, que pertenecen a la familia de los póngidos, mientras que el Homo sapiens, es decir nosotros, correspondemos a la familia Homonidae.
Nuestro ancestro homínido más primitivo fue clasificado como Australopithecus afarensis, un casi humano que según cálculos vivió hace casi 3 millones de años en África.
Las nuevas pruebas genéticas revelan que el hombre y el chimpancé difieren solamente en un 2,5 % de sus genes.
Ahora bien, creo que mejores argumentos que éstos no podemos ofrecer acerca de nuestros orígenes.
Si un cerebro de reptil memoriza (he tenido varios en cautiverio, además de otros especímenes con fines etológicos), un cerebro de chimpancé aprende a resolver sorprendentemente múltiples problemas durante las experiencias a que es sometido por los biólogos, entonces nuestras bases están ahí, el concepto de alma huye, vuela, fue humo, desaparece. Fue sólo una salida provisoria, un invento para explicar nuestro pensamiento.
Son nuestras neuronas, su número y calidad, las que crean psiquismo. Los seres primitivos también las tienen, pero en mucha menor cuantía. Una gallina no puede resolver un teorema, porque tiene escasas neuronas y quizás de mala calidad, pero un loro (aunque tampoco puede resolver un teorema) ya posee una sorprendente mayor capacidad de aprendizaje. (Lo sé por experiencias personales con estos psitácidos). En cambio si el número de neuronas del cerebro humano es de aproximadamente 10.000 millones, ¿cómo entonces no iba a aparecer el arte, la literatura (cuento, novela, poesía), la música, la filosofía, la ciencia y la tecnología? (Aunque… por desgracia, no fueron todo flores si nos fijamos en la faz negativa del Homo: guerras, invasiones, esclavitud, torturas, asesinatos, abusos… y un largo etcétera, ante lo cual me dan ganas de gritar fuerte: ¡Basta de todo esto, por favor!).
Y sin embargo, todas estas lacras que padece la humanidad, confirman nuestro origen como el de todos los animales de la Tierra aunque estos son perdonables ya que los bichos se hallan muy distanciados de la maldad humana. Somos así por transformación de unos seres en otros por mutaciones genéticas ciegas, al azar. Somos un producto más y momentáneo del devenir biológico y nos sorprendemos de nosotros mismos por todo lo que somos capaces de hacer.
Poseemos agresividad, mansedumbre, egoísmo, amor, envidia, sumisión, saña… y un largo etcétera, como los animales, todo mezclado, porque somos un animal más. Lejos de consistir en “creaciones fijas”, somos un episodio en transición. Lejos de ser algo definitivo, un corolario de la evolución, somos provisorios y mañana (léase: al cabo de un lejano tiempo), seremos psicosomáticamente diferentes. ¡Si llegamos…!
¡Qué lejos está ahora la idea del alma inmortal, invento de nescientes!
La creación mental de este supuesto ente inmaterial, también surgió como una necesidad para explicar tanto portento como lo es la mente humana que se asombra de sí misma. Fue porque el hombre se encontró de pronto, después de una larga evolución, al espejo de sí mismo. Y como no podía explicar sus funciones psíquicas, inventó lo espiritual, como algo separado de la “burda” materia. Por eso, el primitivo, prácticamente impregnó su entorno de espíritus y también se atribuyó a sí mismo un alma inmortal. Todo para explicar tanto misterio.
Además, al mismo tiempo ese invento la ilusión del alma como explicación de lo inexplicable ante la aparición de la Ciencia y la tecnología, le sirvió para huir de la idea de la aterradora muerte como tránsito hacia la nada. En otras palabras, el Homo, desde su etapa primitiva, atribuyó al alma espiritual, la inmortalidad, como una salida victoriosa frente al abismo de la nada tras la muerte.
Las “mil y una pseudociencias, se valen de esta ignorancia acerca de lo que somos, e inventan “mil” modos de embaucar a las gentes con un propósito de lucro, como en el caso del famoso espiritismo que nos permite, según los chantas, nada menos que, ¡conversar con los muertos!"

Ladislao Vadas (Para Tribuna de Periodistas)

viernes, 16 de abril de 2010

UNA PELICULA EXCEPCIONAL...

Después de algún tiempo sin actualizar este blog, debido fundamentalmente a una lamentable falta de tiempo material, hoy quiero retomar, en la medida de lo posible, acercando material relevante y en total concordancia con el espíritu de este espacio.
Acabo de ver una película que realmente me impactó y espero que quienes lo hagan, experimenten las mismas sensaciones que tuve yo.

AGORA:
Siglo IV. Egipto bajo el Imperio Romano. Las violentas revueltas religiosas en las calles de Alejandría alcanzan a su legendaria Biblioteca. Atrapada tras sus muros, la brillante astrónoma Hipatia lucha por salvar la sabiduría del Mundo Antiguo con la ayuda de sus discípulos.

Entre ellos, los dos hombres que se disputan su corazón: Orestes y el joven esclavo Davo, que se debate entre el amor que le profesa en secreto y la libertad que podría alcanzar uniéndose al imparable ascenso de los cristianos.