domingo, 31 de agosto de 2008

EL ALMA Y SU SUPUESTA INMORTALIDAD


Una de las preguntas mas recurrentes realizadas al suscripto por quienes visitan este sitio y advierten la marcada orientación racionalista que impregna su construcción, es la referida a mi posición frente a la muerte y frente a la existencia de un alma inmortal, habida cuenta de mi explícita postura de no creencia en todo aquello cuya existencia no sea verificable a la luz del sentido común, de la razón o de la ciencia (admitiendo, en este caso, que a veces la ciencia no posee todas las explicaciones necesarias para todos los casos posibles).

Sobre ese punto, reconozco que podría ensayar una larga y tediosa explicación acerca de mi postura frente a la muerte y a la existencia o no de un "alma", pero como un saludable ejercicio de economía intelectual, tendiente a satisfacer dichos interrogantes (a veces, instalados como verdaderas "trampas lógicas"), quiero transcribir un artículo que encontré en la red acerca del particular y con el cual comparto muchas de las expresiones vertidas. He aquí:


No existe una aprensión tan intensa, una sensación tan enervante, una idea tan deprimente que sume en la impotencia, como la que invade nuestra psique cuando pensamos en el significado de la muerte como tránsito hacia la nada.

El terror a la muerte hace presa del animal sólo cuando éste presiente su proximidad, su posibilidad, o la inminencia de su final. En cambio el ser humano, puede representarse la idea de la muerte en cualquier momento.

Este experimentar la sensación de que un día todo va a terminar, que todo eso que uno es: recuerdos, ideas, gustos, voliciones, afectos, sentimientos, anhelos, proyectos, ilusiones, van a transformarse en la nada, es una visión terrible.

Si alguna persona pierde un miembro o queda tullida, la sensación que le invade es enervante al principio, pero luego, mediante el mecanismo adaptativo mental, se va superando con el tiempo el choque emocional y la víctima se resigna con la idea de estar, por lo menos, viva.

Pero cuando uno piensa en que aun eso que uno es como ser viviente, consciente, el yo íntimo, eso tan preciado, puede dejar de ser por toda la eternidad, le invade una angustia insoportable. Estos pensamientos son fugaces en el hombre normal; generalmente no se piensa en la muerte, porque no se desea pensar en ella.

El horror a la nada es la misma reafirmación del ser que quiere seguir existiendo, es decir, siendo para sí mismo, o tener conciencia de sí mismo. El querer seguir siendo para sí, esa repugnancia hacia el no ser, es la misma tensión psicoexterior que trata de equilibrarse para continuar siendo.

Existimos porque queremos seguir siendo y ese querer es la pugna por autosostenerse la trama consciente, como la pugna por autosostenerse que presenta un tejido orgánico, un organismo, una lombriz, por ejemplo, que presiente el peligro de destrucción de su organismo ante el contacto con un objeto extraño, o una presión. Mecanismo puramente físico, como el vegetal sensitivo que experimenta movimiento ante un contacto.

¿Y el psiquismo qué es? Otro mecanismo físico en que consistimos nosotros mismos, es decir como seres conscientes, ese estado que somos es energía producida por el tejido cerebral, energía que no entendemos porque somos eso mismo y no podemos captarnos como energía separada de la fuente de origen, que son los elementos subatómicos, por cuanto ese estado de autosostén psíquico que comúnmente se denomina instinto de conservación, en el hombre, trasladado a la etapa consciente, consiste en un factor de supervivencia de ese estado consciente.

Pero la horrible idea de la muerte que implica a la nada, atenta contra ese estado de equilibro psicoexterno y psicointerior, lo hace vacilar en virtud de su misma condición de consciente, lo entorpece, obstruye y hace peligrar su autosostenimiento en forma de angustia de desmoralización y enervamiento del optimismo existencial lindante con la tanatomanía que puede en algunas personalidades psíquicas superar en intensidad al instinto de conservación doblegándolo.

Una solución ideal para lograr la escapatoria a esta situación existencial de peligroso estrés la halló el hombre en su propio mecanismo mental, creador de fantasía. Y así como para protegerse del mal y explicar el mundo y la vida creó dioses, también para evadirse de la angustia existencial creó el alma inmortal mediante una disposición hacia ello filogenéticamente programada, como resultado residual de innumerables extinciones de psiquismos inviables que no presentaban esa propensión.

Su yo, su propio mundo psíquico en que cada uno de nosotros consiste y existe fue transformado de fenómeno físico imponderable y ni siquiera sospechable, en un ente simple, sin átomos ni forma energética alguna que lo haga ser.

La inmortalidad surgió como concepto, cuya esencia conceptual fue atribuida a entidades como los dioses y al propio estado consciente, al yo.

Lo más desconocido de todo: esto es la materia, precisamente por la carencia de un conocimiento de su esencia y propiedades totales, fue rechazada como productora de pensamiento.

El concepto de esencia exquisita sobre el psiquismo como el sentimiento, el amor, la solidaridad, la armonía, la moral, el misticismo, el sentido poético, musical y estético de la vida, no podían ser meros productos de la masa bruta que se presenta a los ojos como materia.

La misma ignorancia acerca de lo que es la materia y el mundo que encierra y sus posibilidades potenciales que hoy nos revela la ciencia nuclear, hace nacer un concepto concreto sobre algo que se desconoce en su esencia.

La desconocida materia cobra así un cariz de algo en bruto, algo sólido, inerte y en contraposición a este concepto, como un polo opuesto surge otro concepto: el alma, el espíritu, tan equivocado como el anterior concepto acerca de la materia, pero reconfortante.

El yo, es el sentirse vivo, el poseer conciencia de todo ese mundo en que uno consiste, la apetencia hacia la existencia. Las expectativas de nuevas vivencias, quedan separadas de la burda materia y la eternización de ese ente imaginado, introverso, ofrece seguridad y la repugnancia hacia la nada queda superada.

La eternización es otro fenómeno concomitante al nacimiento del concepto de espíritu y aflora como un triunfo de la muerte, pero de eficacia notoria para el subconsciente que cree veladamente en esa posibilidad, aunque el individuo se manifieste a veces como escéptico.

Esa fe que se apodera del devoto y la esperanza que puede permanecer velada en el subconsciente del escéptico, atempera en diversos grados el horror a la muerte, por lo menos en los momentos en que la vida nos obliga a pensar fugazmente en ella.

Quizás no cuando el final ya es inminente; allí el terror o la angustia sin límites pueden hacer presa del individuo, pero mientras no llega este trance final, la mente supera la angustia aunque sólo sea subconscientemente y la idea del alma inmortal, aunque aparezca como una simple sospecha o débil esperanza, permite al psiquismo continuar existiendo, lo equilibra y libera del peligro de la desazón mientras se está en la etapa útil para la perpetuación de la vida. Luego será otra cosa, en el trance de la muerte inminente, aunque la desesperación haga presa del individuo; ya no importa, porque en general esto ocurre tardíamente, cuando ya se ha reproducido y la especie humana prosigue su camino gracias a la creencia en el alma inmortal.

El hecho de que algunos como yo, no lo crean, no obsta para la continuidad del proceso hominal porque son los menos; o se trata de mutantes que no necesitan creer; o se trata de escépticos que se suicidan, pero son minorías.

Nace la pregunta: ¿Por qué entonces la humanidad entera no es el fruto de mutantes que no necesitaron creer? La respuesta viene de inmediato: porque en una sociedad de seres conscientes, expuestos a experiencias desagradables, frente a las inseguridades de un entorno tenebroso, sin ciencia es imposible que se pueda vivir sin aferrarse a creencias. Por ello el mundo de las creencias es más vasto entre las sociedades primitivas.

Sin embargo, podemos suponer de todos modos que en la antigüedad también existieron mutantes que no necesitaban creer en el alma inmortal, a pesar de haber sido ignorantes, pero esta creencia no es una condición sine qua non para sobrevivir y el que no cree en un espíritu eterno con seguridad se aferra a otras creencias como a una tabla de salvación. Creerá en la naturaleza a la que puede conceptuar como sabia, o en sus propias fuerzas físicas, o en poderes protectores insertos en el Cosmos, pero siempre, aunque sólo sea subconscientemente creerá en algo. Es decir que si nunca hubiese aparecido en el psiquismo humano la propensión a creer en la inmortalidad del alma, no hubiese prosperado ésta en total ausencia de creencia alguna.

De todos modos la disposición nació y se incorporó a la filogenia, porque sirve para ayudar a existir frente a la sensación deletérea de la nada existencial.


La reencarnación


Las mismas ansias de aferrarse a la existencia, ese autosostenerse el equilibrio psíquico mediante la ilusión del alma inmortal en mancomún con la necesidad de idear algún motivo para existir, concomitan, y de ambas motivaciones hace su eclosión la idea de la reencarnación.

El espíritu adquiere oportunidades, pues se presupone que el espíritu es un ente libre que posee oportunidades para elegir y que esa elección está posibilitada por una libertad absoluta, luego todo depende del uso que se haga de esa libertad.

De paso, subsiste una motivación existencial El ser existe (se manifiesta) para perfeccionarse. Se acepta que algo o alguien dispuso un camino escabroso lleno de obstáculos. El espíritu debe “caminar” por ese sendero, poner a prueba su libertad absoluta de elección entre el bien y el mal Una especie de entretenimiento pesaroso. Salida ideal de las tribulaciones, desgracias, impiedades de la vida que se toman como pruebas para el espíritu.

Ahora bien: ¿qué placer, o qué satisfacción puede experimentar el supuesto ente creador que dispuso así las cosas, según los creyentes?

En eso no se piensa. Hay como una proyección mental hacia una pantalla, hay antropocentrismo. Ahí, en ese ser imaginado creador, en su mismo sitial, está el hombre proyectado con sus propias motivaciones existenciales.

El hombre se solaza leyendo, oyendo o mirando (teatro, cinematógrafo, televisión) historias salpicadas de obstáculos para sus personajes; de lo contrario se carecería de emociones. El hombre traslada su necesidad de emociones a su deidad creadora y la transforma en un autor y espectador que urde una novela y vive su propia novela, la novela de la humanidad donde cada actor, cada habitante del planeta queda librado a su libertad absoluta para elegir, a fin de brindar emociones a su artífice.

Muchas veces he hablado de la plasticidad de la mente para crear escapes psíquicos a la realidad traicionera. Ésta es una fuga más de la fatalidad; esta vida es sólo una prueba. No cabe desfallecer, hay que continuar hacia delante y el psiquismo, de esta manera, se salva, se equilibra.

Mediante el juego existencial semejante a una carrera de obstáculos, el ser se elabora merecimientos, posee oportunidades de perfeccionarse no sólo durante su existencia, sino en varias en que es sometido a pruebas.

La muerte, en este caso, adquiere un significado de interrupción breve, casi ni interrupción siquiera, sino un cambio de oportunidades; la vida, el de una labor, la del perfeccionamiento por etapas, y el ser se transforma en un ente proyectado hacia el infinito por su esencia inmortal. Todo solucionado y explicado: la esencia de la vida, dificultades, sufrimientos, muerte, motivo existencial. Sanos y neuróticos pueden hallar en la reencarnación un mundo promisorio lleno de esperanzas donde se triunfa de las desgracias, sinsabores, del hastío y de la muerte mediante oportunidades siempre renovadas.

Esta idea entronca con el primitivo animismo de los espíritus errantes, pero se distancia de aquello por estar razonado, explayado con asombrosa amplitud en diversas escrituras antiguas y modernas de reciente factura. Incluso está siendo introducida en el Mundo Occidental, donde estas ideas suenan a extrañas por el natural psicoambiente que encierra a una nación o conjunto de naciones o bloques continentales que se mancomunan en una religión común, a veces por el lenguaje, origen, tradición y cultura, ignorando, menoscabando, despreciando o manteniéndose indiferentes frente a otros bloques, como si estos ni siquiera fuesen compuestos por seres humanos.

Es probable que la idea de la reencarnación haya sido sugerida por el delirio palingnóstico en que la persona cree conocer hechos, objetos o personas que nunca había visto antes.

Así como hay una tendencia innata a la aceptación de las leyes, hacia el respeto y acatamiento a la autoridad, aunque esta última esté equivocada, también hay una aceptación de un estado de cosas supuestamente establecido para que el individuo recorra un camino de superación de varias etapas o vidas, ocupando distintos cuerpos por turno.

La ausencia de sentido de la vida apenas sospechada por el consciente, pero a veces intuida, sobre todo cuando cunde la desazón, cuando todos los proyectos, obras e ilusiones se derrumban, es contrarrestado, superado por la ocupación en forjarse una existencia feliz por siempre jamás, ocupación cara para toda la humanidad, motor que sostiene el vano vivir que al final es como el que presentan las hormigas que se afanan por construir nidos, trabajar febrilmente; ¿progresar, para algún día quedar todas ahogadas por alguna inundación sin siquiera dejar en la región ejemplar alguno para comenzar de nuevo?

Así también aconteció y acontece con la humanidad. Pensemos al respecto en las civilizaciones antiguas; egipcios, caldeo-asirios, babilonios, mayas, aztecas, incas. ¡Cuántas ilusiones, cuántos afanes, confianza en el futuro, creencias, trabajo, tesón, perseverancia, fe, para construir colosales ciudades de piedra, monumentos, templos, arte! ¡Cuántas luchas y sacrificios vanos! Hoy son sólo recuerdos; muchos de sus proyectos han sido truncados. Pero mientras existieron esos pueblos, hubo algo que les sostenía el ánimo: la creencia, la fe en algo.

Si yo tengo fe en que después de mi muerte volveré a existir en otro cuerpo, esto me sostiene igual que sostenía a los incas la idea de que su mundo era el único y la ciudad de Cuzco “el ombligo del mundo”, sin imaginarse que algún día iban a ser reducidos a la nada como pueblo. Si lo hubieran sabido entonces su voluntad de progresar se hubiese enervado.

Si cada uno de nosotros conociéramos nuestro futuro, las desgracias que nos esperan, la manera de terminar nuestros días, la cercanía de la muerte, muy pocos proyectos elaboraríamos. Pero el que no cree en la reencarnación, cree en su alma inmortal, que seguirá siendo después de la muerte física y el que no cree en nada de esto, por lo menos cree en sus fuerzas físicas y mentales que no le abandonarán en sus empresas, de modo que es siempre la creencia lo que sostiene e inyecta ánimo al ser consciente de los peligros presentes y futuros.

Pero todo individuo apetece la carne, prefiere verse con forma material, no se resigna con ser sólo algo incorpóreo, etéreo, que no ocupa lugar definido alguno y que se halla al mismo tiempo en cualquier parte. El hombre prefiere verse en un espejo o en el agua reflejado, palparse, contemplar a los demás y en especial a sus seres queridos; prefiere poseer órganos del sentido, ver, oír, palpar, oler.

Por eso nace la idea de la reencarnación, el volver a introducirse lo incorpóreo en un organismo sensible y también por ese motivo nació el mito-esperanza de la resurrección de los muertos cuando los espíritus tomarán otra vez cuerpos, carne, huesos, porque, al fin y al cabo, cuesta dejar eso que se es como organismo para pasar a ser algo puramente incorpóreo, sin ojos, sin oídos, pues pareciera ser que en ese estado ya no se podría continuar siendo rodeado de oscuridad y silencio, porque la muerte y la salida del alma del cuerpo que necesitaba del cerebro para manifestarse, se asemeja inconscientemente a quedar ciego y sordo, situación desesperante, de ahí que se apetezca el cuerpo con todos sus sentidos y de ahí las creencias en la reencarnación y resurrección que son la misma cosa, pues ambas ambicionan la carne, el volver a ser lo que son, más allá de la muerte.


.

Ladislao Vadas (Publicado en "Tribuna de Periodistas")

.

Psicoanálisis... Pseudociencia?


Hoy estuve chateando con una buena amiga mía (Silvia) y en uno de los pasajes de la charla, ella me comentó que sentía una profunda admiración por la obra de Sigmund Freud... Yo le señalé, que si bien me caía simpático, existía actualmente una corriente que refutaba su doctrina.

Luego de concluída la conversación, recordé que guardaba entre los numerosos documentos que conforman mi biblioteca digital, un interesante artículo del investigador argentino Ladislao Vadas, que fuera publicado tiempo atrás en el periódico digital "Tribuna de Periodistas" y en el que realiza un extenso análisis del Psicoanálisis y de alguna manera, lo incorpora a ese vasto conjunto de disciplinas de se conoce con el nombre de "Pseudociencias".

Debo admitir que las fuentes a la que apela y los razonamientos que expone en su trabajo, crearon en mí, la íntima convicción de que no nos encontramos ante una crítica infundada y que un análisis del contenido inevitablemente me conduce a coincidir con muchas de las conclusiones resultantes.

A continuación, transcribo para Uds. el documento en cuestión:


MACANEO POSMODERNO - FREUD Y SU PSICOANÁLISIS


¿Puede ser cierto que el psicoanálisis no entra de lleno en el terreno de las pseudociencias? Algunos sostienen que hay mucho de rescatable en él. Esto parece ser así porque, a diferencia de las pseudociencias netas, utiliza el método indagatorio que es propio del rigor científico.

A los pacientes explorados por el psicoanalista, se los somete a las indagaciones para conocer la causa de sus neurosis o psicosis y la falencia de esta escuela no se hallaría entonces en la metodología, sino en la interpretación que el psicoanalista hace de las respuestas del paciente. En física, por ejemplo, podemos verificar una y mil veces un resultado exacto de fuerzas calculadas que interactúan y transforman un estado de cosas en otro.

También en las experiencias en química podemos hallar la seguridad de obtener las sustancias químicas deseadas, si hacemos actuar los elementos necesarios en su proporción, según las fórmulas. Lo mismo en biología. Podemos conocer el modo de actuar de las células que tapizan la luz intestinal, durante la digestión. Llegamos a saber cómo las glándulas endocrinas secretan hormonas y de que clase de sustancias químicas se trata.

En cambio, si observamos las neuronas que estructuran el cerebro hasta el mínimo detalle, no encontramos allí nada que se parezca a un deseo, a una fantasía, una emoción, un recuerdo de cierto paisaje, un largo discurso que puede nacer de la trama cerebral impresionada por la lectura, o la representación de la imagen de una persona, antes vista en una fotografía, televisión o en la calle.

Luego este campo es difícil, y las únicas señales que podemos lograr, a saber: estados emocionales del paciente detectados en su pulso, rubor o palidez, aumento o disminución hormonal en sangre, tono de voz y las palabras que nos dice, lo mismo que los electroencefalogramas y otras técnicas modernas exploratorias del cerebro, no son suficientes para entender con acierto lo que ocurre en esa masa encefálica donde se encierra todo un mundo preparado genéticamente desde el ADN, para responder al mundo exterior, estampado con vivencias que recoge el individuo a lo largo de su existencia.

Si observamos las células neuronales con un gran aumento, no veremos en esas estructuras ese mundo psicogénico (generador de psiquismo). En todo caso, con técnicas adecuadas se podrán apreciar algunos cambios neuronales, pero no podemos adivinar lo que allí sucede en la dimensión de los quarks, en ese “inmenso espacio vacío” que reina en la estructura de los átomos. Recordemos que el átomo encierra un inmenso espacio “vacío” dentro del ámbito de la microdimensión. El núcleo de un átomo típico tiene la dimensión radial de un l0 elevado a la –l3 potencia cm. (un uno seguido de 13 ceros) en cambio el radio atómico es de 10 a la -8 cm. (un uno seguido de 8 ceros). Imaginémonos el tremendo vacío allí reinante entre la órbita electrónica exterior y el núcleo. En ese supuesto vacío es donde se debe manifestar el psiquismo, eso que por no entenderse en su esencia física íntima y en sus manifestaciones fenomenológicas, comúnmente se denomina alma espiritual como algo imponderable, simple, que no ocupa lugar. (Véase del autor de esta nota: La esencia del universo, Buenos Aires, Ed. Reflexión, capítulos II, 5; III, 2 y XIV).

Luego, de lo ininteligible en su esencia más íntima pueden surgir interpretaciones mil, y a pesar de tratarse de un método indagatorio con rigor científico, el psicoanalista elabora explicaciones cargadas de subjetividad.

Así el psicoanálisis nos sume en un mar de “exégesis” mentales de los pacientes, que pueden hallarse totalmente distanciadas de la realidad.

Tomemos, por ejemplo, el caso que he conocido de cierto padre que sospechando algún trauma psíquico, concurre con su hijo de conducta irregular en el colegio y malas notas, a consultar a un psicoanalista. Este enseguida comprueba que donde más se acentúa la falta de estudio es en la materia geografía que el chico odia.

De inmediato surge la explicación de base freudiana: el alumno relaciona la geografía con su cuerpo. La geografía presupone exploración del terreno que el chico identifica con la exploración de su cuerpo. Pero como esto último conlleva la idea de un tabú sexual: prohibición de la masturbación, de todo goce sensual, según la cultura, entonces el “paciente” que por represión de los impulsos sexuales hacia el goce ha llegado a “odiar” su cuerpo, por analogía también odia la geografía.

Este supuesto nexo entre una cosa y otra, es sólo una interpretación antojadiza. Puede que al chico jamás le haya pasado por la mente el relacionar consciente o inconscientemente, su cuerpo con montañas, valles, llanuras, ríos, bosques o mares, y que su conducta frente al profesor en realidad obedezca a factores totalmente desconectados del sexo (antipatía hacia el profesor, etc.).

Freud ha exagerado la gravitación del sexo en la conducta del individuo con problemas psíquicos; mas sus seguidores, que han modificado aquella postura primitiva pretendiendo suavizar su radical explicación de las neurosis, no han logrado empero convencer del todo, y el psicoanálisis en ciertos aspectos continúa comportándose como una pseudociencia.

Veamos, por ejemplo, esa clasificación de los caracteres humanos que suenan tan mal y que se halla sobremanera distanciada de la realidad.

Me refiero a los tan mentados en psicoanálisis, caracteres anal, oral, fálico, uretral, etcétera.

El psicoanalista austriaco Otto Fenichel, en su libro Teoría psicoanalítica de las neurosis, los describe así:

“Freud descubrió que ciertos rasgos de carácter predominan en personas cuya vida instintiva tiene una orientación anal. Estos rasgos son, en parte, formaciones reactivas contra actividades eróticoanales y en parte sublimaciones de las mismas. Los primeros rasgos de esta índole son el sentido del orden, la frugalidad y la obstinación. De hecho, las personas que son escrupulosamente pulcras en su vestimenta externa y en el mismo extremo desaseadas en cuanto a su ropa interior y otras que mantienen todo lo que les pertenece en un estado muy desordenado, pero que necesitan, de vez en cuando, arreglarlo todo, esta práctica corresponde al hábito autocrítico de retener las heces por un largo rato y luego ‘saldar todo de una vez’ ”. (Ob. cit. Pág. 318).

¿No se parece esto a un oráculo? ¿A una interpretación antojadiza y a una relación insustancial entre ano, heces y conductas psíquicas?

En cuanto al carácter oral dice: “La influencia del erotismo oral sobre la formación del carácter normal y patológico ha sido estudiada en detalle por Karl Abraham y Edward Glover. Aquí el cuadro no es tan claro como en el caso del carácter anal.

“El erotismo anal es importante para la formación del carácter, porque es durante el aprendizaje de los hábitos higiénicos cuando los niños aprenden por primera vez a privarse de una gratificación instintiva inmediata a cambio de complacer a sus objetos. En el período del erotismo oral, anterior a aquél, los niños traban relaciones con los objetos y aprenden a establecer sus relaciones con ellos”...

“Las tendencias sádico-orales tienen a menudo un carácter de vampirismo. Las personas de este tipo ruegan y exigen mucho, no renuncian a su objeto y se adhieren a él por ‘succión’ ”. (Ob. cit. páginas 545 y 546).

“… La conducta de las personas de carácter oral, presenta frecuentemente signos de identificación con el objeto por el cual quisieran ser alimentados Algunas personas se comportan como madres nutricias en todas sus relaciones con el objeto”. (Ob. cit. pág. 547).

¡Exagerado erotismo infantil! Lo único que faltaría es admitir también aquí el carácter de sodomía como algo innato en el varón, en todo varón. Los disparates psicoanalíticos se suceden copiosamente. Evidentemente, todo este panorama psíquico está visto a través de un cristal de color: el psicoanálisis, sinónimo de pseudopsiquiatría.

Más adelante Fenichel cita:

“Bergler demostró que algunos casos de eyaculación retardada se configuran de acuerdo con ésta norma: ‘Porque no me han dado lo que yo quise, no daré a otros lo que ellos quieren’. El pene representa el pecho del paciente, y éste se niega inconscientemente a alimentar a su partenaire sexual. La eyaculación retardada también puede ser, sin embargo, la expresión de una tendencia anal a la retención”. (Ob.cit. pág. 547).

Como vemos, todo es pura fantasía impregnada de sexualidad. Cada psicoanalista puede dar a su gusto una explicación distinta de cada caso y éstas pueden ser tantas como analizadores haya y … ¡esto no es ciencia señores! Si no de interpretación de oráculos, al menos se trata de una pseudociencia.

También resalta en el psicoanálisis la importancia que se le atribuye a un supuesto “complejo de castración”.

“Reich ha descrito un carácter fálico, llamado también ‘carácter fálico-narcisístico’ que en su mayor parte corresponde, al parecer, al tipo de reacción al complejo de castración llamado de realización de lo deseado. Los caracteres fálicos son personas cuya conducta es temeraria, resuelta, segura de sí misma. Reflejan una fijación en el nivel fálico con sobrestimación del pene y confusión del pene con el cuerpo en conjunto”. (Ob. cit. pág. 55).

Los despropósitos continúan y son legión los seguidores de Freud que recogieron sus teorías sobre “sexualidad infantil” para llenar extensos tratados con la pura imaginación puesta al vuelo sobre el tema. No voy a negar la existencia de cierta sexualidad en los niños, pero no a tal extremo como lo pretende el psicoanálisis.

Es de notar entre otras constantes psicoanalíticas, la insistencia sobre aquel supuesto “complejo de castración” que tomaría parte importante en la formación psíquica del individuo. Este complejo de castración es sólo otro invento genuino del creador del psicoanálisis. Una visión antojadiza de ciertos rasgos psíquicos.

Analicemos ahora la interpretación del mundo de los sueños que hace Freud y que se aproximan ya en cierto modo a la oniromancia. También en estos casos podremos advertir claramente la obsesión por parte de este sabio, en relacionarlo todo con el sexo.

En su trabajo sobre la interpretación de los sueños (Obras completas, volumen V, pág. 366 y sigs. Buenos Aires, Amorrortu 1986) podemos leer:

“El sombrero como símbolo del hombre” (de los genitales masculinos). “(Fragmento del sueño de una mujer joven agorafóbica -que experimenta una sensación morbosa de angustia ante los espacios abiertos- a consecuencia de una angustia de tentación). Dice la paciente:

“Es verano y voy de paseo por la calle; llevo un sombrero de paja de forma extraña; su copa es puntiaguda y sus alas penden hacia abajo (la descripción se hace aquí vacilante), y de tal modo que una cae más que la otra. Yo estoy alegre y con talante aplomado. En eso paso junto a un grupo de oficiales jóvenes, y pienso entre mí: ‘nada podéis hacerme vosotros todos’.

“Explica Freud: Puesto que ella no puede producir ocurrencia alguna relativa al sombrero, digo: ‘El sombrero es, sin duda un genital masculino con su parte media enhiesta y las dos partes laterales colgantes…’ Prosigo: ‘Si usted tiene un marido con unos genitales tan magníficos, no necesita temer nada de los oficiales; vale decir, no necesita desear nada de ellos, pues en todo otro caso son esencialmente sus fantasías de tentación las que le hacen abstraerse de andar sin protección y sin compañía’.

“Ahora bien, es muy notable la conducta que adoptó la soñante tras esta interpretación. Se retractó de la descripción del sombrero y pretendió no haber dicho que las dos alas pendían hacia abajo. Yo estoy bien seguro de lo que he oído como para dejarme confundir. Ella guarda silencio un momento y después encuentra coraje para preguntar qué significa que su marido tenga un testículo más bajo que el otro… etc. etc”.

Hemos leído a Freud, quien queda aquí convencido pero no su consultora soñante, de que el sombrero que llevaba en el sueño simbolizaba los descomunales genitales de su esposo y que por ello se sentía protegida contra sus deseos sexuales ante los oficiales.

¿Creíble? ¿O se trata de pura fantasía del psicoanalista, una ocurrencia de quien obsesivamente lo relaciona todo con el sexo?

Veamos el segundo sueño que relata la misma paciente agorafóbica;

“Una madre echa a su pequeña hija para que vaya sola. Entonces se va en tren con su propia madre y ve a la pequeña encaminarse derecho hacia las vías, donde es aplastada. Se oye el crujido de los huesos (experimenta un sentimiento de desasosiego, pero no una genuina consternación). Después avizora por la ventanilla del vagón por si se ven atrás los pedazos. Entonces la abuela reprocha a su hija por haber hecho ir sola a la pequeña.”

Luego de realizar una serie de aclaraciones, prosigue Freud:

“La soñante recuerda que una vez vio a su padre desnudo en el baño, desnudo desde atrás. Habla sobre las diferencias entre los sexos, para destacar que, en el hombre los genitales pueden verse también desde atrás, no así en la mujer. En este contexto ella misma interpreta que la pequeña hijita que tiene cuatro años, son sus propios genitales. Hace a la madre este reproche: le habría exigido que no tuviera genitales, reproche que descubre en el sueño: ‘La madre echa a su pequeña para que deba ir sola’. En su fantasía, el ir sola por la calle significa no tener hombre, o tener relación sexual, y eso no le gusta. Todo indica que la paciente sufrió realmente en la adolescencia por los celos que despertaba en su madre el ser ella preferida a su padre”.

Esta es una constante en la teoría freudiana. Freud concluye este caso diciendo: “que, el ser aplastado (la criatura arrollada por el tren) simboliza comercio sexual”.

Pregunto: ¿es esta una explicación lógica, correcta? ¿Única? ¿O se trata otra vez de una interpretación realizada a través del cristal obsesivo del sabio?

Veamos ahora el relato del sueño de una mujer cuyo marido es policía; y entre paréntesis la interpretación de los detalles:

“… Alguien entró con violencia en la casa y yo clamé angustiosamente por un policía. Pero éste, en compañía de dos pícaros, se ha ido a una iglesia (o capilla: vagina) a la que se sube por varios escalones (símbolo del coito); tras la iglesia había un monte (monte de Venus) y en lo alto un bosque espeso (el pubis). El policía tenía casco, alzacuello y manto (los demonios con capas y capuchas son de naturaleza fálica, según afirman los “especialistas”). Llevaba barba entera, oscura. Los pillastres tenían delantales recogidos hasta la cintura, modo de bolsas (las dos mitades del escroto). Frente a la iglesia pasa un camino que lleva al monte. A los lados había pasto y malezas que se iban espesando hasta hacerse en la cumbre del monte, un bosque en serio”.

En otra parte de su obra (pág. 405) Freud relaciona el oro con los excrementos y habla de cierta mujer que sufría de trastorno intestinal, quien soñó que “cerca de una cabañita de madera, que se parece a los retretes aldeanos, alguien entierra un tesoro”; y otra parte del sueño dice que tiene el contenido de que ella le limpia el trasero a su hijita que se ha ensuciado”.

Pregunta de paso: ¿Ha sido o no, este creador del psicoanálisis un obsesivo del sexo?

Para persuadirnos definitivamente de que la interpretación freudiana de los sueños se acerca a la oniromancia (adivinación por lo sueños) veamos los siguientes ejemplos de su obra citada:

“El soñante saca al descubierto a una mujer por detrás de la cama. Significado: le da la preferencia.

El soñante, como oficial de las Fuerzas Armadas, se sienta a una mesa enfrente del emperador. Significado: Se pone en oposición a su padre.

“El soñante trata a otra persona por la fractura de un hueso. El análisis revela a esa fractura como figuración de una ruptura matrimonial, más exactamente: “adulterio”.

“Las horas del día con mucha frecuencia hacen las veces, en el contenido del sueño, de las edades de la infancia Así en el caso de un soñante, las cinco y cuarto de la mañana significaban la edad de cinco años y tres meses el significativo momento en que le nació un hermanito”.

Las ideas obsesivas de Freud también se tornan evidentes en su obra titulada: Moisés y la religión monoteísta.

Después de historiar minuciosa y documentadamente la vida del liberador y legislador del pueblo judío para demostrar que Moisés era egipcio, y que la religión monoteísta nació realmente en Egipto en los tiempos de Amenofis IV (luego Akenaton) que sostenía la religión solar del dios Atón, Freud se sale con el despropósito de relacionar el asesinato del caudillo con el complejo de Edipo.

Sabemos que del ejemplo de Edipo, lo extrajo Freud del drama de Sófocles “Edipo rey”.

“Edipo hijo de Layo (rey de Tebas) y de Yocasta, siendo aun niño de pecho fue abandonado porque un oráculo había anunciado a su padre que su hijo sería su asesino. El niño es salvado y criado en una corte extranjera. Luego, Edipo también consulta un oráculo y éste aconseja que abandone su país porque está destinado a matar a su padre y casarse con su madre. Se aleja entonces de la que cree ser su patria y tropieza con el rey Layo, lucha con él y le da muerte. Cuando arriba a Tebas y resuelve un enigma propuesto por la Esfinge, los tebanos agradecidos lo proclaman rey y se desposa con Yocasta. Tiene dos hijos varones y dos mujeres con ella sin sospechar que es su madre. Más a raíz de una peste es consultado nuevamente el oráculo y éste responde a sus consultores que la peste se acabará en cuanto sea expulsado del país el asesino del rey Layo. Edipo, parricida y esposo de su propia madre, una vez enterado de todo por revelación, ciega sus ojos y abandona su país”. (Véase de Sigmund Freud, volumen IV, pág. 270, en Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu ,1986).

Esta historia es tomada, no muy acertadamente por cierto, como modelo para explicar la hipótesis psicoanalítica ¡del deseo del niño de poseer sexualmente a su madre y del odio hacia su padre como rival! También se habla de su correlativo para el sexo opuesto: el complejo de Electra, al parecer propuesto por el psicoanalista Jung, para expresar el deseo sexual de las niñas hacia su padre y “cierta añoranza de poseer un pene”.

Digo que no es muy oportuna la elección de la saga del rey Edipo, porque éste se casó con su madre sin saber que lo era, en cambio lo que insinúa Freud es lisa y llanamente, la existencia de un velado deseo del hijo de poseer sexualmente a su madre. Aunque él lo trate de justificar en su obra titulada: Esquema del psicoanálisis (parte II, VII) comparándolo con “lo inevitable del destino que ha condenado a los hijos varones a vivir todo el complejo de Edipo”, todo esto no convence, ni la comparación ni la pretendida existencia de tal complejo. No satisface cuando Freud dice: “Quizás a todos nos estuvo deparado dirigir la primera moción sexual hacia la madre y el primer odio y deseo violento hacia el padre; nuestros sueños nos convencen de ello. El rey Edipo, que dio muerte a su padre Layo y desposó a su madre Yocasta, no es sino el cumplimiento del deseo de nuestra infancia”. (Obra citada, pág. 271). Así como tampoco convence cuando sugiere que el susodicho complejo pudo haberse originado en lo vivenciado por generaciones anteriores que habrían dejado sus huellas mnémicas en los descendientes, y que afloran como deseos de los varones de poseer sexualmente a su madre. ¡Un mayúsculo disparate imposible de digerir!).

Pero a tal punto llega la obsesión de Freud con su complejo de Edipo que volviendo a la obra citada Moisés y la religión monoteísta (Madrid, Alianza, 1986, pág. 113), vamos a encontrar en ella cosas como esta: “Trauma precoz – Defensa – Latencia – Desencadenamiento de la neurosis – Retorno parcial de lo reprimido: he aquí la fórmula que establecimos para el desarrollo de una neurosis. Ahora invito al lector a que dé un paso más, aceptando que en la vida de la especie humana acaeció algo similar a los sucesos de la existencia individual, es decir, que también en aquélla ocurrieron conflictos de contenido sexual agresivo que dejaron efectos permanentes, pero que en su mayor parte fueron rechazados, olvidados, llegando a actuar sólo más tarde, después de una prolongada latencia, y produciendo entonces fenómenos análogos a los síntomas por su tendencia y estructura”.

Luego dice: “Ya sustenté esta tesis en mi libro Tótem y tabú, de modo que en esta oportunidad me limitaré a reseñarla. Mi argumentación arranca de un dato de Charles Darwin e incluye una conjetura de Atkinson. Según ella, en épocas prehistóricas el hombre primitivo habría vivido en pequeñas hordas dominadas por un macho poderoso… Así, el macho poderoso habría sido amo y padre de la horda entera, ilimitado en su poderío que ejercía brutalmente. Todas las hembras le pertenecían: tanto las mujeres e hijas de su propia horda como quizá también las robadas a otras. El destino de los hijos varones era muy duro: si despertaba los celos del padre, eran muertos, castrados o proscritos Estaban condenados a vivir reunidos en pequeñas comunidades y a procurarse mujeres raptándolas, situación en la cual uno y otro quizá lograra conquistar una posición análoga a la del padre de la horda primitiva. Por motivos naturales, el hijo menor, amparado por el amor de su madre, gozaba de una posición privilegiada, pudiendo aprovechar la vejez de su padre para suplantarlo después de su muerte.

“El siguiente paso decisivo hacia la modificación de esta forma de organización ‘social’ habría consistido en que los hermanos, desterrados y reunidos en una comunidad, se concertaron para dominar al padre y matarlo para devorar su cadáver crudo, de acuerdo con las costumbres de esos tiempos. Este canibalismo no debe ser motivo de extrañeza, pues aún se conserva en épocas muy posteriores. Pero lo esencial es que atribuimos a esos seres primitivos las mismas actitudes afectivas que la investigación analítica nos ha permitido comprobar en los primitivos del presente, en nuestros niños. En otros términos creemos que no sólo odiaban y temían al padre, sino que también lo veneraban como modelo (puesto que se lo comieron) y en realidad cada uno de los hijos quería colocarse en su lugar. De tal manera, el acto canibalista se nos torna comprensible como un intento de asegurarse la identificación con el padre, incorporándose una porción del mismo”. (Sigmund Freud: Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, págs. 113,114 y 115).

Con esto, lisa y llanamente Freud nos insinúa en contradicción con la ciencia genética y con una fuerte raíz lamarckiana, que los caracteres adquiridos se heredan, cuando sabemos hoy por la moderna biología que esto es imposible, más en los tiempos de Freud, esto ya se sabía. Pues más adelante dice Freud:

“Es todavía más difícil llegar a una conclusión en el caso análogo de la prehistoria. Al correr los milenios se olvidó por cierto, que alguna vez existió un protopadre dotado de las consabidas cualidades, y cuál fue el destino que sufrió; tampoco cabe suponer que de ello existiera, como en el caso de Moisés, una tradición oral. ¿En que sentido puede hablarse entonces de una tradición? ¿En qué forma pudo haberse conservado ésta?...

“Sostengo que en este punto es casi completa la concordancia entre el individuo y la masa: también en las masas se conserva la impresión del pasado bajo la forma de huellas mnemónicas inconsciente”. (Ob. cit. pág. 134). También habla de “fragmentos de origen filogenético de una herencia arcaica”, y se pregunta: “¿En qué cosiste esta herencia, qué contiene, cuáles son las pruebas de su existencia?”.

Responde que: “La primera y más segura respuesta nos dice que esa herencia está formada por determinadas disposiciones como las que poseen todos los seres vivientes. En otos términos, consta de la capacidad y la tendencia a seguir determinadas orientaciones evolutivas y reaccionar de modo particular frente a ciertas excitaciones, impresiones y estímulos.” (Ob. cit. pág 14). Luego… “Nos veríamos entonces ante un caso de herencia de una disposición cognitiva, similar a la herencia de una disposición instintiva”. (Ob. cit. págs. 141 6 142).

Después habla de “…huellas mnemónicas de lo vivenciado por generaciones anteriores”.

Luego añade reconociendo que: “…nuestro planteamiento es dificultado por la posición actual de la ciencia biológica, que nada quiere saber de una herencia de cualidades adquiridas. No obstante, confesamos con toda modestia que, a pesar de tal objeción, nos resulta imposible prescindir de este factor de la evolución biológica”… “Si aceptamos la conservación de tales huellas mnemónicas en nuestra herencia arcaica, habremos superado el abismo que separa la psicología individual de la colectiva, y podremos abordar los pueblos igual que al individuo neurótico”. (Ob. cit. pág. 143) “…si la vida instintiva de los animales acepta en principio una explicación, entonces sólo puede ser la que traen a su nueva existencia individual las experiencias de la especie; es decir, que se conservan en los recuerdos de las vivencias de sus antepasados En el animal humano sucedería fundamentalmente lo mismo. Su herencia arcaica, aunque de extensión y contenido diferentes, corresponde por completo a los instintos de lo animales”.

Luego, para concluir dice: “Después de estas consideraciones no tengo reparo alguno en expresar que los hombres siempre han sabido que tuvieron alguna vez un padre primitivo y que le dieron muerte”. Ob. cit. pág. 144) (La bastardilla me pertenece).

Finalmente lo remata todo diciendo: “El asesinato de Moisés fue una de esas repeticiones; también lo fue más tarde el pretendido asesinato jurídico de Cristo”. (Ob. cit. pág. 145).

Todo esto es, evidentemente, un mayúsculo disparate de Freud, quien dicho sea de paso, no supo cómo explicar esa inclusión de la impronta del asesinato del padre primigenio, en el acervo genético de la especie humana, dejando un halo de misterio sobre el tema, como si se tratara de algo milagroso, sobrenatural.

Esto significaría que aquella gran impresión se habría grabado en algún gene, en el ADN del linaje de los clanes primitivos para transmitirse ¡inconscientemente! de generación en generación hasta reaparecer primero en el asesinato de Moisés y luego en el episodio de la muerte de Cristo. Esto es imposible, pues va contra la ciencia genética que, tiempo ha, se vio obligada a abandonar la famosa teoría de Lamarck de la herencia de los caracteres adquiridos.

He aquí entonces dónde, un gran sabio, tiene su lado flaco, y cómo es posible que el complejo (término empleado por Jung para designar “esa condensación de ideas alrededor de un determinado argumento, hasta impedir el desarrollo de las ideas normales e influir sobre el individuo”), lo haya padecido el propio Freud.

En general, la obra freudiana tiene muchos baches que entroncan con las pseudociencias porque se trata de interpretaciones antojadizas de las experiencias. Entre los múltiples detalles que falsean los diagnósticos psicoanalíticos tenemos a las variadas explicaciones dadas para casos idénticos.

Podríamos dejarlo todo confinado al mundo freudiano, y tomar como rescatables las corrientes de sus seguidores. Sin embargo, tampoco ellos quedan a salvo de las críticas bien fundadas pues no han sabido encarrilar el estudio de la mente por los cauces del rigor científico con el menor ingrediente subjetivo posible por parte del investigador.

sábado, 30 de agosto de 2008

The Jesus Factor


Quiero acercarles otro documental muy esclarecedor acerca de la profunda influencia que ejercen las corrientes cristianas de carácter fundamentalista en el actual gobierno de los Estados Unidos.

En este documental de PBS Frontline, Bush, política y evangelio (The Jesus Factor), se examina la fé Cristiana Evangélica del presidente Bush, como Cristiano renacido y el impacto que ello tuvo en su política.

También cuenta con Wayne Slater, redactor jefe de "The Dallas Morning News", quien siguió la carrera política de Bush.

Él es también el autor del libro "Bush's Brain: How Karl Rove Made George W. Bush President".

Bush hijo ha subido al poder gracias al apoyo de un sector ultra-cristiano y numeroso dentro de EEUU, y su política está moralmente comprometida con sus fanáticas creencias de una manera bastante evidente, desdibujando las fronteras de la tradición norteamericana sobre la separación Iglesia-Estado.

Como Cristiano Evangélico, el President Bush tiene algo en común con el 46% de Americanos que que se describen a ellos mismos como "Seres Renacidos" o que tienen una relación especial con Jesucristo.

A menudo hemos visto al presidente rezando cuando tenía que tomar decisiones importantes sobre la Nación, ¿pero qué es lo que sabemos realmente sobre los fundamentos de la fé de George Bush? ¿Hasta qué punto afectan las creencias religiosas del Presidente en su toma de decisiones? ¿Y cuán estrechamente se reflejan los puntos de vista religiosos de Bush en el floreciente (y políticamente influyente) movimiento evangélico?


Director: Raney Aronson

Año: 2004

Titulo original: The Jesus Factor

Duración: 54'


Calidad: SATRip

Formato de Vídeo/Códec: XviD

Vídeo Bitrate: 749 kbit/s

Resolución: 704 x 528

Formato de Audio/Códec: 128 kbps MP3 CBR Stereo

Idioma: Español.

Tamaño del archivo: 344 MB


Links de Descarga:







Password para abrir el archivo .rar: docuselrond

El Futuro Ejército de Dios...


Nuevamente, les pido disculpas por la tardanza en actualizar el contenido del blog... Estoy organizando mi tiempo para que este tipo de demora no se repita con tanta frecuencia.

Hoy quiero traerles un documental interesante, que de alguna manera nos introduce en una realidad que nos rodea como habitantes de este bendito país.

He aquí una reseña del contenido:


"El documental de Tom Hurwitz y Jed Rothsteinque sigue los pasos de los estudiantes del Colegio Patrick Henry, quienes están siendo amaestrados para ser la nueva generación de líderes políticos cristianos conservadores. El objetivo: producir estudiantes que dirijan la nación y determinen la cultura.

Los estudiantes del Colegio conservador Patrick Henry, en Washington, se convierten en aliados de los cristianos evangelistas con el fin de que estos últimos puedan acceder al poder y dirigir el gobierno federal. De este modo, los profesores introducen a sus alumnos en el debate y la argumentación legal, desde una rígida "perspectiva bíblica".

Este documental sigue el curso de los estudiantes, en un colegio que durante los últimos dos años ha tenido más internos de la Casa Blanca que cualquier otro colegio de América.

El resultado es el triunfo de esta joven institución en las escalas del poder, gracias a su promoción de la ideología conservadora."


""Cristianos evangélicos conservadores tienen posiciones clave en el Gobierno de los EE.UU y ahora forman a la siguiente generación para tomar el poder. Julia Bard informa:

El Futuro Ejército de Dios (el nombre del programa, God's next Army) investiga el Patrick Henry College (PHC), fundado hace 5 años en Virginia, cerca de Washington DC.

Su misión es entrenar a jóvenes fundamentalistas cristianos para convertirse en la siguiente generación de líderes políticos y culturales americanos.

Aunque la separación de iglesia y estado está en los cimientos de la Constitución de EE.UU, con apoyo económico de la comunidad evangélica el colegio apunta a "recristianizar" América; para "preservar el mundo del pecado del hombre."

Los estudiantes del PHC son un grupo aislado que viene de comunidades cerradas en las que todos rezan juntos y comparten determinadas certezas morales.

La mayoría se han educado en sus casas y no han tenido contacto ni con la diversidad social, ni con la discusión intelectual y política de las escuelas normales.

Derek Archer, un estudiante en ciernes del PHC cree que la educación en su casa le ha protegido de "la decadencia moral del mundo."

Una vez en el college, los estudiantes firman un pacto ceremonial que les obliga a un estricto código de conducta: nada de alcohol, drogas o literatura obscena; el sexo se reserva para le matrimonio; los conflictos personales se resuelven bíblicamente; los estudiantes tendrán una conducta irreprochable, defenderán los postulados del cristianismo evangelico, y dirigirán la nación por y para Cristo.

Todos en el PHC, incluyendo los profesores, firman también una profesión de fe que incluye las siguientes afirmaciones:La Biblia en su totalidad… es la palabra inspirada de Dios, infalible en sus manuscritos originales, y la única autoridad infalible y suficiente para una vida cristiana.

El Hombre es pecador por naturaleza e inherentemente en la necesidad de la salvación, que sólo se halla mediante la fe en Jesucristo y Su Sangre derramada.

Satan existe como un ser personal y malevolente, que actúa como tentador y acusador, para el cual el Infierno, el lugar de eterno castigo, fue preparado, donde todos los que mueren fuera de Cristo serán confinados en tormento consciente por toda la eternidad.

Hay imperativos políticos además de bíblicos. Los estudiantes se entrenan extensamente en técnicas de debate político, ganando trofeos nacionales.

El centro está extremadamente bien relacionado en Washington, y los estudiantes salen disparados hacia puestos de becario trabajando para políticos clave.

El Futuro Ejército de Dios muestra a estudiantes dando sus primeros pasos hacia el poder, haciendo encuestas para un candidato republicano clave.

Visitan un lobby conservador que se opone al pago de compensaciones a la gente afectada por los asbestos, y tratan de rechazar los impuestos sobre la propiedad de tierras porque "la tierra es del Señor."

Ayudado por influyentes conexiones, el PHC ya ha proporcionado a la Casa Blanca más becarios e internos que ningún otro centro del país, y hay más en la cola esperando su turno - el turno de convertirse en 'figuras clave de una república Cristiana'.""


Calidad: SATRip

Formato de Vídeo/Códec: XviDVídeo

Bitrate: 1847 kbit/s

Resolución: 720 x 546 Interlaced

Formato de Audio/Códec: 192 kbps MP3 CBR

Idioma: Español

Tamaño del archivo: 659 MB


Links de Descarga:











Password para abrir el archivo .rar: docuselrond

lunes, 11 de agosto de 2008

Retomando la buena senda...


Luego de un pequeño paréntesis (absolutamente necesario a fin de atender otros proyectos que estoy gestando) hoy quiero hacerles llegar un film absolutamente revelador: "El Dios que nunca estuvo alli" (The God who wasn't there), del americano Brian Flemming y estrenada en el año 2005.


La guerra que se ha desatado en EEUU una vez que los ateos han decidido “salir del armario” se va animando. Primero vinieron los éxitos editoriales de “The God Delusion” de Richard Dawkins, “God, The Failed Hypothesis” de Victor Stenger, y “Letter to a Christian Nation” de Sam Harris, y los documentales como “The Root of All Evil” de Richard Dawkins.Ahora llega “The God Who Wasn’t There“. Un documental que examina la creencia de buena parte de la población fundamentalista de los EEUU (aquellos que creen en la interpretación literal de la biblia, que la Creación ocurrió en 7 días, en la ejecución de homosexuales, y que la Segunda Venida de Jesucristo ocurrirá en los próximos años), y pone en tela de jucio la misma existencia histórica de Jesús.Este es un documental independiente bastante polémico escrito y dirigido por Brian Flemming en el cual cuestiona la existencia de Jesús y examina la evidencia que apoya la teoría de que el Jesús histórico no existió. Es un documental interesante en el que podemos ver desde otra perspectiva la historia del cristianismo.


La película, que incluye subtítulos en español se puede bajar desde Rapidshare.com a partir de los siguientes enlaces:











El password para abrir el rar es el siguiente:

docuselrond


Espero que les resulte interesante...